perfumes mojados
los sombreros se miran unos a otros desde los percheros. dentro se está bien viendo a la gente correr bajo el aguacero. hay calor y aromas y suena el jazz del piano y el saxofón que tanto me gustan. saboreo el cuerpo del vino hasta que entra ella. jamás ví un abrigo largo tan pequeño. la seguí a la barra y antes de que sacara el cigarro ya prendí fuego :"¿bebes?". tenía el pelo mojado y despedía ozono de sus poros. se quitó los guantes mientras hacía una mueca para sostener el cigarro con sus labios :"whisky". disparó el humo a mi rostro que quedó impasible clavado en sus ojos. en ellos encontré fatalidad, decadencia y lágrimas de un pasado anterior.
"dar con un taxi libre una noche como hoy es imposible. la ciudad resulta frenética. por eso vengo aquí a beber, convidando si es posible, conversar, fumar tranquilamente... luego, cuando en las calles ya sólo quedan pisadas lejanas, charcos en los adoquines y papeles mojados camino solo, en el peor de los casos, con la música de los televisores del barrio. sin embargo es rara la noche que no termino en la cama de la dama a quien convido".
"¿has probado en la estación? allí siempre hay taxis libres esperando."
" señor, un whisky para la señorita y a mí póngame otra copita de vino. gracias". deslicé un cigarro de mi pitillera. ella seguía mirándose en el espejo de detrás de la barra, entre los humos y los ires y venires del camarero. "la tragedia de mis romances es que sólo duran para todo la vida".
Ella me miró de repente... apagó el cigarro y dejó la propina. "vamos a la estación". allí quedaron las dos copas llenas, el rastro a perfume mojado y el goteo irrefrenable de los guantes.
"dar con un taxi libre una noche como hoy es imposible. la ciudad resulta frenética. por eso vengo aquí a beber, convidando si es posible, conversar, fumar tranquilamente... luego, cuando en las calles ya sólo quedan pisadas lejanas, charcos en los adoquines y papeles mojados camino solo, en el peor de los casos, con la música de los televisores del barrio. sin embargo es rara la noche que no termino en la cama de la dama a quien convido".
"¿has probado en la estación? allí siempre hay taxis libres esperando."
" señor, un whisky para la señorita y a mí póngame otra copita de vino. gracias". deslicé un cigarro de mi pitillera. ella seguía mirándose en el espejo de detrás de la barra, entre los humos y los ires y venires del camarero. "la tragedia de mis romances es que sólo duran para todo la vida".
Ella me miró de repente... apagó el cigarro y dejó la propina. "vamos a la estación". allí quedaron las dos copas llenas, el rastro a perfume mojado y el goteo irrefrenable de los guantes.
1 Comments:
Me encanta
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